5 de noviembre de 2010

El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard


Bernhard es uno de estos escritores que lo escriben todo seguidito, sin puntos aparte ni párrafos ni ná, para dar la apariencia de bloque, de novelaza, de cosa sólida y literaria y todo eso. Si dices que Bernhard no sabe puntuar te pegan un cosqui: no, niño, esto es arte. Es una apuesta suicida lo suyo, un autor valiente, niño, tú no sabes ná de ná, él sí, porque estaba malito, y además se cagaba en los muertos de todo lo que se le cruzaba por delante de la pluma. Por eso lo escribía todo seguidito. Porque era un genio. Un genio se puede permitir escribir sus obras al revés, si le da la gana.
La mayoría de sus obras maestras eran cortitas porque, claro, de escribir todo seguidito se le acababan en seguida la novelitas. Pensaba: joder, pongo todo esto con espacios y párrafos, como todo Dios, y me sale una novela de 300 páginas. Pero lo pongo todo seguidito y me salen 100. Porque soy Thomas Bernhard, y recordarás mi nombre, y además me cago en la patria que me parió y en Wittgenstein y fui amigo del sobrino de Wittgenstein y era un genio como yo y estaba malito como yo y nadie le hacía ni puto caso menos yo y por eso escribo esta novelita y la llamo el sobrino de Wittgenstein.
Ya sabe que en la cosa esta de la literatura los miserables son todos buenos escritores: y si estás malito, mucho más. Es un poco como los Óscars, que solo te lo dan si interpretas un papel de imbécil terminal o eres Tom Hanks. Esta novelita va de todo eso, y para engrandecerse un poco más dice Thomas Bernhard que el sobrino de Wittgenstein era su amigo, y que Thomas Bernhard era amiguito del sobrino de Wittgenstein, y que hacían apuestas, los dos, para ver quién se moría primero, los dos malitos, los dos genios incomprendidos. Al final se murió antes el sobrino de Wittgenstein y por eso le tocó a Thomas Bernhard escribir esta novelita llamada el sobrino de Wittgenstein. El sobrino de Wittgenstein nunca hubiera escrito una novelita llamada el sobrino de Wittgenstein, porque estaba malito de verdad, además de genio, así que solo podemos culpar al sobrino de Wittgenstein y no a Thomas Bernhard que algún día Thomas Bernhard, y no el sobrino de Wittgenstein, escribiera algún día una novelita llamada el sobrino de Wittgenstein.

12 de abril de 2010

Estar majarón, de Soraya Heredia

En el primer poemario de Soraya Heredia encontramos una violenta locución inherente al mundo que pretende desglosar, participando de su modus vivendi mediante una voz furibunda, eviscerada, que entronca tanto con el más lisérgico Antonin Artaud como con el García Lorca pre-Nueva York.

Dueña de una tradición poética rizomática, los versos se desenredan conscientes de la importancia del “yo” dentro de la impasible pertenencia al “nosotros”, herencia adoctrinada por el territorio vivencial que llega a trascender lo lingüístico, adoptando posturas irreconciliables con la escena contemporánea hasta mutar en la más pura representación de lo ancestral.

Ioputa

Me cago en to tu muerto

Me cago en ti

Caxo mierda

Ti via parti la boca

Mamonaso

Te lo juro po

Mi mare

“Er fali”, del libro “Estar majarón”

Una lectura caleidoscópica y elíptica es a la que nos enfrentamos ya desde los primeros versos: el orden de los poemas no es casual, sino que obedecen a un aleph íntimo, una hermenéutica disparada de significantes asignados a sujetos que conforman un mismo tejido jerárquico. Estamos hablando de una poética de lo subyacente: lo carnal supeditado a la cárcel del deseo, transformado mediante versos de una fiereza inédita, pervirtiendo toda una concepción vanal de la perspectiva unidireccional y dotándolo de un nuevo rumbo ad hoc.

Dividido en tres partes, “La chari”, “La dolo” y “La gordi”, el poemario “Estar majarón” pronto se muestra como una tentativa voraz de suprimir referentes con el único fin de alcanzar una reflexión sobre la locura mediática, sobre el naufragio a plazos en el que se desenvuelve la sociedad actual.

De este modo, “Chocho” se convierte en el vórtice, en el núcleo implosivo del poemario que, precisamente por ser consciente de su posición, destroza la vertebración asimilada y convierte el tramo final del poemario en un crescendo de imágenes y metáforas autoreferenciales.

Meteme toa la picha

Me da gusto ai

Meteme toa la picha

Menea menea

me gusta

si

“Chocho”, del libro “Estar majarón”

Una sexualidad minusválida se desbroza de las últimas escenas del libro: caducas páginas que reverdecen ante el pulso impasible que se desgranan de las líneas dedicadas al padre y a la madre como símbolos de una eternidad mal entendida.

Churumbele

Quiero tener churumbele

Contigo

cabron

Churumbele

Que eso es lo ke emo tenio

Nosotra

Toa la puta via

“Roto Prefilactico”, del libro “Estar majarón”

Amor, odio, lágrimas, alegría… sentimientos universales que se dan la mano a través de un léxico rompedor que entra en permanente conflicto con la subjetividad del narrador poeta-yo, poeta-dios, poeta-cielo: un tríptico epistemológico que Soraya sabe resolver con la sobriedad de una guitarra hambrienta de desgracia vírica.