La mayoría de sus obras maestras eran cortitas porque, claro, de escribir todo seguidito se le acababan en seguida la novelitas. Pensaba: joder, pongo todo esto con espacios y párrafos, como todo Dios, y me sale una novela de 300 páginas. Pero lo pongo todo seguidito y me salen 100. Porque soy Thomas Bernhard, y recordarás mi nombre, y además me cago en la patria que me parió y en Wittgenstein y fui amigo del sobrino de Wittgenstein y era un genio como yo y estaba malito como yo y nadie le hacía ni puto caso menos yo y por eso escribo esta novelita y la llamo el sobrino de Wittgenstein.
Ya sabe que en la cosa esta de la literatura los miserables son todos buenos escritores: y si estás malito, mucho más. Es un poco como los Óscars, que solo te lo dan si interpretas un papel de imbécil terminal o eres Tom Hanks. Esta novelita va de todo eso, y para engrandecerse un poco más dice Thomas Bernhard que el sobrino de Wittgenstein era su amigo, y que Thomas Bernhard era amiguito del sobrino de Wittgenstein, y que hacían apuestas, los dos, para ver quién se moría primero, los dos malitos, los dos genios incomprendidos. Al final se murió antes el sobrino de Wittgenstein y por eso le tocó a Thomas Bernhard escribir esta novelita llamada el sobrino de Wittgenstein. El sobrino de Wittgenstein nunca hubiera escrito una novelita llamada el sobrino de Wittgenstein, porque estaba malito de verdad, además de genio, así que solo podemos culpar al sobrino de Wittgenstein y no a Thomas Bernhard que algún día Thomas Bernhard, y no el sobrino de Wittgenstein, escribiera algún día una novelita llamada el sobrino de Wittgenstein.