11 de febrero de 2009

El nadador del Lower East Side, Arthur Nersesian

















Nersesian en la cola del cajero. Nersesian en la cola del Starbucks. Nersesian en la cola del metro. Últimamente me encuentro a Nersesian en todos los sitios, y todos los sitios son colas, y siempre terminamos hablando de la curiosa situación de que siempre terminemos encontrándonos en los mismos sitios que son el mismo: las colas.

Es más curioso de lo que parece porque él vive en Nueva York y yo en Málaga, pero eso no nos parece importante. Y siempre se lo digo.

Le digo: Nueva York me importa una mierda, pero me gustan tus libros.

Y él se ríe y dice algo que no entiendo. ¡Mi inglés no da para más!. A veces me cuenta chistes, otras historias increíbles que han pasado por estas calles que él pisa cada día y que yo no sé dónde están porque son sólo números. Es bueno encontrarse a Nersesian en cualquier cola, en cualquier sucesión de números, y sobre todo en cualquier librería. Nadie le reconoce. Yo sí.

Le miro y le grito: “¡Rita es la heroinómana más bella del mundo!”.

Y él me mira y me sonríe y me cuenta otra vez la historia. Yo le escucho y me detengo en su pelo desordenado, su peinado imposible, sus canas que parecen pintadas a cincel. Sus ojos sonríen y me dice que tendría más dinero ahora si en vez de escribir trabajara en el Starbucks al que suele ir. Yo le digo que yo tendría más dinero si yo fuese rico. Simplemente. Y no le convence. Pero no quiero ir al puto Starbucks porque sé que me lo encontraré.

Me gusta encontrarme a Nersesian en las colas de cualquier ciudad. Nueva York es tan sólo su obsesión, su lupa para quemar hormigas. Me gusta su forma de mirar mientras las abrasa. Las hormigas son tan sólo su obsesión, su medida de lo pequeño. Pero me gusta sobre todo el hecho de descubrirle siempre sin esperarlo. Se lo digo y me cuenta que se encontró un día a Colson Whitehead en la intersección de la 3ª con la 4ª. Ninguno dijo ni una sola palabra. Los dos miraron la ciudad, como si fuese su amante, esperando una respuesta pragmática. Un taxista les gritó desde dentro de su coche fratricida. Ambos salieron del paso de cebra y tomaron esta reprimenda como una señal. Y echaron a andar en distintas direcciones opuestamente esféricas.

“El nadador del Lower East Side”, de Arthur Nersesian, en editorial El Aleph (2006)

“El coloso de Nueva York”, de Colson Whitehead, en editorial Mondadori (2005)


1 comentario:

Anónimo dijo...

y lo busqué por aquí, pero fue realmente imposible encontrarlo. Tareas pendientes, entre otras cosas.